Yo sé, si, algunos de mis lectores extrañáis mis crónicas de reflexiones llenas de pájara mental. Si, lo sé. Ando las últimas semanas liada con varios frentes. Pero no penséis que no volveré a mis reflexiones sobre la belleza, la vida, el tempo… esos temas a los que acudo una y otra vez porque son una fuente infinita de excusas para hablar sobre arte. Pasa que hoy me desvío un pelín, pasa que esta semana alguien me dijo algo que me tiene medio aturdida:
Comprenderme, que te entre en la sala un ex jesuita que ha apostatado de las hábitos y te diga que los evangelios deberían de ser la constitución de la humanidad, eso cala eh… vamos, que te da por llamar a tu madre y preguntarle si tiene alguna biblia porque le quieres echar un ojo.
Claro, se conoce que nunca serán la constitución de la humanidad porque en ellos se dice que todos los hombres somos iguales, y ya me dirás tú, en los tiempos que corren, que gobierno que se precie aceptaría semejante barbaridad! Lo sabemos, no todos somos iguales, ni se pretende. Ni lo buscamos.
En catalán hay una palabra que suena fatal “malaguanyat” (“malogrado” según el traductor de google) “Malaguanyada” humanidad. Es así? No sé. No me quiero poner derrotista ni nada pero es que estamos un poco pa yá todos juntos, así me lo parece a mí:
Empresas que explotan a una parte de la humanidad produciendo cosas que nos morimos por consumir la otra parte de la humanidad.
Peleas infantiles que terminan en discusiones entre adultos.
Gente que no escucha pero que grita más que nadie.
Halloween sustituyendo la “castanyada”.
Cierran librerías y galerías de arte mientras abren centros comerciales por doquier, con las mismas tiendas en todas partes del mundo mundial, hasta convertirnos a todos en replicas idénticas unos de otros.
Se atreven a hacer un especial de UNA HORA SEGUIDA de la película “Ocho apellidos vascos” como si fuera “Ciudadano Kane” insultando la inteligencia de ciudadanos que sólo queremos ver una comedia sin más, hasta que nos aburrimos de tanta tontería que decidimos apagar la maldita tele y quedarnos sin ver la peliculita
Decía que no todos somos iguales. Según mi teoría, hay tres grupos y medio:
Uno, el explotado. No pienso añadir más.
Dos, al que yo pertenezco. Ese que estamos permitiendo que nos “emboben”, que estamos perdiendo la perspectiva y la capacidad de discernimiento, los que nos instalamos en el “yo” sin pensar en cómo le afecta al “otro”.
El grupo del medio va aquí. Es el grupo de los mediocres. Esos que se creen que tienen poder, y si, tienen más que los del grupo dos, pero que están absolutamente manipulados por los del grupo tres. Son unos soberbios y unos ridículos, y aún así, los seguimos votando.
Y luego está el tres, el más minoritario de todos (el más minoritario, que contradicción no?). Bueno, ese que nunca permitirá que una constitución global (y no hablo de globalización, lo sabéis perfectamente) sea el paraguas bajo el que nos protejamos todos los demás, y marcan las directrices para que los del grupo uno sigan siendo explotados. Y los del grupo dos, también, de otra forma, pero también. Y consiguen que el grupo medio se crea que manda algo.
Leamos por favor, entremos en museos y galerías, “sapere aude” decía Kant, pensemos por nosotros mismos, escuchemos... No sé si deciros que leáis la biblia, a mí creo que me está volviendo un poco loca. Aunque en verdad, la biblia es un super betseller, a lo mejor es por eso que el mundo entero está medio loco. Entonces…?
Creo me estoy haciendo un lío (otra vez), mejor me paso al Quijote… (o a los sutras de Patanjali que son más cortitos)
Guió don Quijote,
y habiendo andado como docientos pasos,
dio con el bulto que hacía la sombra,
y vio una gran torre,
y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo.
Y dijo: “Con la iglesia hemos dado, Sancho”
(Quijote es del grupo cuatro: los locos de remate. Me encanta. Seguro que él también leyó la bíblia)
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