Algún día tendremos que asumir que no existe inhalación sin exhalación, que lo efímero es para siempre y que el tempus fugit nunca vuelve.
Hace unos días miraba un reportaje de animales y como procedían, su ritual diario: amanecer, abastecerse de comida, protegerse de sus depredadores, sobrevivir y algún día, perecer. Me resbaló una lágrima por la mejilla, no pude evitarlo. Cómodamente en el sofá del salón, cubierta con una manta y una taza de café entre las manos, me resbaló una lágrima por la mejilla.
Lo cierto es que la tragedia siempre nos ha conmovido. Ya en la antigua Grecia el verso de los actores recitando sobre el sufrimiento y la muerte eran el trending topic del momento. La música que más recordamos es la del momento del desamor, la de la despedida. El cine, la literatura... Queremos finales felices pero nos estremecemos con lo más intenso y lo más sentido.
La ficción nos conmueve trágica, sin embargo la vida la preferimos ajena al sufrimiento. Y lo cierto es que eso no es posible. Es así.
El arte siempre ha sido el refugio de los más desgraciados, vidas errantes e incompresas que encontraban su salvoconducto delante de una tela, la palabra o la partitura. Van Gogh pinto "Almendro en flor" mientras estaba internado en el hospital de Sant-Remy intentando luchar contra la enfermedad mental que acosaba su cabeza y le impedía vivir.
A mí me conmueve ver como se entusiasman mis alumnos. Me estremece (aún procurando que no se note) que un alumno se acerque para decirme que mis clases le ayudan a entender la vida y que le hacen tanto bien mientras transita por uno de los peores momentos de su vida.
Hay días en que el frío se te cala en los huesos. Es así, parte de la vida... Sin embargo, siempre nos quedará el arte... Y el olor a tabaco y chanel...
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