La ingrata sensación de ponerse enfermo me ha mantenido fuera de circulación durante quince días. Dos semanas en las que apenas me he podido sostener en pie. No ha habido ni ordenador, ni lectura, ni conversaciones. Si ha habido mucho sofá y horas infinitas de televisión. Todo tipo de televisión, desde películas imposibles, sitcoms ridículas, documentales de viajes, programas de cocina… Y el programa nuevo de Iñaki Gabilongo “Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años”
Para mí es un programa asombrosamente tentador porque nadie grita ni monopoliza el discurso. Se trata de una conversación entre el Sr. Gabilondo y su invitado, uno frente al otro, dialogando, donde de vez en cuando se escapa un silencio de reflexión, para ellos, y también para el espectador.
Reflexiones sobre la física, la política, la medicina… del futuro. Charlas sobre lo que está por venir entre la curiosidad, el asombro y la esperanza. Esas charlas que en verdad (entre simples mortales como yo, y más si las mantienes con una copa de vino entre los labios) llevan a ninguna parte, pero que te dan la oportunidad de divagar sobre quiénes somos, de dónde venimos, en que nos estamos convirtiendo… y ninguna parte está tan bien como hacer nada o pensar en un elefante blanco.
En “Cuando ya no esté” de momento he escuchado hablar sobre la inteligencia artificial que está en camino (el temita me ha asustado soberanamente), la física cuántica (tan abstracta como asombrosa) y el raciocinio y la emoción humana(parece que esto no cambiará)
Por suerte pues, y lo digo convencida, la emoción continuará siendo una de nuestra cualidades. Las pasiones humanas seguramente han desatado las grandes tragedias de la vida. Y también es la pasión lo que mueve el arte, así lo veo yo.
El mundo se transforma a cada instante. No sólo hablamos de robótica y ciencia, hablamos de nuevos comportamientos, la comunicación, la idiosincrasia de las comunidades, los nuevos oficias que están por aparecer, que se yo, infinidad de cosas que cambian constantemente. Y sin embargo, algo queda en el tintero: A varios de los invitados les ha preguntado el Sr. Gabilondo “entonces, ¿dios?” Un científico decía que estamos construyendo una nueva civilización que será la diosa del futuro, otro afirmaba que la ciencia no tiene nada que añadir más allá de la opinión personal de cada individuo. Los filósofos tampoco arriesgaron. Y eso me lleva al arte.
Es así. Porque nadie tiene respuesta a que o quien es dios, de la misma manera que mucho se ha disertado sobre el arte, sus usos y costumbres, pero no existe definición exacta. Porque el arte no se explica, se siente… que cosas...
La verdad, la verdad, que el arte está presente en la humanidad desde siempre, y si nos dejamos seducir por la idea, el big bang pudo haber sido la primera obra de arte, esa primera creación que despertó un mundo lleno de asombro. “Dios no juega a los dados” lo dijo Einstein, un científico medio ateo, o más bien panteísta, o algo por lo menos diferente a un ferviente creyendo en un dios todopoderoso.
Sea como sea, si la emoción humana permanecerá entre nosotros durante años y años, el arte no morirá, más allá de la desafortunada voluntad de políticas y costumbres que procuran sociedades más deshumanizadas y cafres, el arte no se extinguirá. Y eso, amigos, es la esperanza alentadora de que nos queda mucho por sentir...
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